Acaso se te ha ocurrido ponerte de pie al lado del peral a exigirle a la pera ¡Crece! ¡Madura ya! ¿No ves que todas las demás son más bellas, sabrosas y maduras que tú? ¡Anda, cáete ya! ¡Sé más rápida! Eres tonta, lenta, torpe y no te quiero.
Sé que no, sé que sabes que sería estúpido e inútil.
Pues eso mismo le haces a tu cuerpo.
Desde tu cabeza sabionda, le dices:
- Lo que tiene que ser
- Cómo tiene que ser
- Cuándo tiene que serlo
- Le metes prisa y presión
- Lo comparas
- Le enjuicias
- Lo desvalorizas
- Le quitas la fuerza porque no es, ni hace lo que te gustaría que fuera o hiciera.
¿Cómo crees que se siente tu cuerpo cuando te escucha maltratarlo de ese modo?
Pues, se siente débil, bloqueado y sin fuerza. Esto sé que lo sientes, aunque muy pocas veces sabes por qué se siente así. Entonces, le vuelves a decir: “allí estás otra vez no queriéndote mover, vamos, levántate, zapatea y ¡hazlo bien!
Ya ves, hasta una pera es más feliz que tu cuerpo mientras tu cabeza se cree muy lista.
Hace un año exactamente que fuimos llamados a, sí o sí, honrar el cuerpo; a cuidarlo, a mirarlo, a saber si tiene o no defensas buenas, si puede contagiarse, contagiar a otros, enfermarse o ser portador.
Todo este tiempo nuestra vida fue dominada por nuestras arrogantes mentes, creídas que soplar y hacer botellas es muy fácil, lo que ocurre, es que el cuerpo que les ha tocado es lento y torpe. El cuerpo era filtrado por lo que la cabeza creía. La cabeza y su reina -la mente- desde su altura, ha organizado el ego; a su vera según sus leyes, viejas y anquilosadas creencias que son solo pensamientos. Pero el cuerpo es masa, es y existe, aquí y ahora. Necesita respetar su ritmo para madurar y dar lo mejor de sí con tu amor y tu apoyo mental.
Por eso sé que tu sentido común te impediría decirle a una pera que es torpe y lenta, aunque la poca consciencia corporal, el no saber que tú habitas en tus carnes y que tu cuerpo es el único que puede decirte qué siente, dónde lo siente y cuándo lo siente; hace que te maltrates física y emocionalmente.
Eres tú quien debe mandar a callar a la mente; poniéndola al servicio del cuerpo, impidiendo que lo descalifique porque no puede bailar o vivir como ella quiere.
Debes mandarla a oír los sonidos del cuerpo, las vibraciones, la respiración, el palpitar, sentir su calor, sudor, temblor, porque este es su lenguaje y si le enseñas a la cabeza a percibir al cuerpo tendrás la fuerza de la inteligencia superior en tu corazón.
La India.