La técnica corporal consciente (TCC) es una herramienta transformadora que aporta y expande a modo de complemento, el baile flamenco. Durante años, me he encontrado con la necesidad de los alumnos de expresar todo lo que sienten en el baile, secretamente, esperan que esto ocurra cuando aprendan lo suficiente.
En esto del sentir hay un primer paso y es percibir el cuerpo. Percibirse desde dentro es una simple idea, pero no sencilla de ejecutar y es el centro neurálgico de la técnica corporal consciente (TCC). La forma tradicional en la que hemos estado aprendiendo a bailar flamenco en base al esfuerzo, la copia y la repetición se integra a la presencia consciente, con el fin de buscar la comunicación entre el interior (sensaciones emociones) y el exterior (expresión artística).
La forma en la que vivimos se refleja en la forma en la que bailamos, vamos a altas velocidades persiguiendo el éxito con la necesidad de destacar para ganar un lugar, con esto nos distanciamos paulatinamente del sentir, amputándonos el cuerpo y con él las sensaciones, algo fundamental en el arte de quienes trabajan con el cuerpo y todavía más en bailaores flamencos como un arte que justamente nace de la necesidad de gritar el sentir ahogado de un pueblo.
Volviendo a la percepción corporal como primera instancia de esta TCC, hay tres preguntas que son necesarias responder para volver siempre al cuerpo:
Qué siento.
Cómo lo siento.
Dónde lo siento.
Tres cuestionamientos a los que la TCC se remite, mediante los cuales, el cuerpo aprende a hacer los ajustes necesarios para reconocer ligereza, liviandad, soltura, agilidad, sensaciones estas que generan una emoción alegre y pensamientos optimistas en contraposición al esfuerzo, pesadez, bloqueo o escozor muscular, que expresan limitaciones y falta de recursos sensoperceptivos para el dominio del cuerpo, que detonan emociones cargantes y pensamientos de frustración.
Muchas veces con aprender la TCC se resuelven estas descalificaciones, juicios y peleas internas, incluida maltrato hacia sí mismo como: “no soy buena, debería dejar de bailar, no sirvo, todos lo hacen mejor”. Muchos alumnos y profesionales, sumidos en la exigencia y en dar la talla se pierden en la técnica y en el efecto, olvidando la parte emocional para darse cuenta mucho más tarde, que se han perdido. Por eso la TCC les ayuda a regresar, reaprender, percibirse y revisar aquellos pasos que tan perfectamente saben hacer pero que ya no sienten.
Somos energía viva y en movimiento, a veces es hora de detener la marcha, recalcular y utilizarla para expresar nuestra personalidad a palo seco, donde podamos sentir la completud del ser que transcribe su sentir en una forma artística. Es fundamental sentirnos a gusto con quienes somos a la hora de bailar, o al menos ser permisivos en esta investigación, para mostrarnos y mostrar nuestro baile libremente, sin filtros y con alegría.
Llevo años investigando en mí y en los cuerpos de las personas que han participado en mis clases; en 2017 esta técnica comienza a tomar forma mediante un sistema de vídeos tutoriales (80 en total) en el que el estudiante revisa con Paciencia y Consciencia sus movimientos, haciéndolos lentos, pausados, dando tiempo a la comprensión mental y física, luego graba su práctica en un vídeo y me lo envía para que le haga una supervisión. Es una forma de ajustar los movimientos aprendidos en clase que ayudan a “darse cuenta”, notando la diferencia entre tironear el cuerpo y hacerlo fluir.
Con la TCC el alumno descubre naturalmente pequeñas modificaciones en los movimientos, que tienen que ver con la conciencia del peso, el eje de equilibrio corporal, la intención emocional y la atención mental. Aprendiendo a integrar cuerpo, emoción y mente, no persigue el éxito o la brillantez de su baile perfecto, sino que busca sentirse dentro del movimiento que está creando. El alumno, logra comprobar y notar cuándo trabaja con los beneficios de la percepción y cuándo regresa a la búsqueda de la perfección. Poco a poco en este vaivén va construyendo nuevas percepciones que van quedando grabadas en la memoria muscular, haciéndose presentes y conscientes, mientras sigue buscando e investigando su baile, este va mutando y haciéndose carne.
Así, a la técnica corporal del baile flamenco que conocemos desde siempre, se le agrega un aspecto fundamental que pone en relieve la diferencia entre la frustración y la gloria: la consciencia. Aporte que recibo de mi formación en técnicas corporales terapéuticas desde 1995, como parte de mi biografía y de mi forma de dar clase desde entonces, que con los años y continuadas formaciones he ido puliendo y solidificando, haciéndose altamente probadas en muchas personas que, gracias a esta forma de percibirse, han vuelto a bailar.
Esta técnica necesita tiempo, lentitud e individualidad. Algo que no es posible en las clases de técnica habitual, por ello, considero que el alumno necesita parar, centrarse y observarse, para que de este modo pueda re circular la energía del movimiento que provoca los bloqueos. Esto también cambia la perspectiva de quien enseña, no solo la actitud del alumno debe bajar de cien a cero, el maestro debe dar pautas y sugerencias, mientras que el alumno es quien hace el camino dentro de su propio cuerpo.
La dinámica de la clase se modifica también, ya que no hay niveles. No es tan importante cuánto sabe el estudiante hacer, cuántos bailes tiene montados o cuántas veces ha subido a un tablao, sino cómo lo hace. Porque en ese cómo, está la gestación de la frustración creativa, bloqueos, miedos escénicos a la exposición o al juicio, de los que tantos alumnos son víctima en estos tiempos, sin decirlo ni compartirlo con los propios compañeros precisamente por el miedo a esta pseudodescalificación externa que solo habita en su propia mente.
Así es como en una misma clase puede encontrarse tanto un alumno que recién comienza y aprende a utilizar conscientemente la técnica tradicional del baile flamenco desde el principio, como un alumno con un bagaje de información acumulada en años, que sienta la necesidad de ir más allá y de darse tiempo. La clase de TCC permite al alumno bajar el ritmo para comprender: qué hace, cómo lo hace, dónde lo hace, qué sensación encuentra en su cuerpo. Por eso, subrayo la importancia en la actitud del alumno, a estar dispuesto a volverse hacia dentro, en vez de compararse en secreto espiando en el espejo.
Me han dicho más de una vez “ahora siento que vuelo” al darse cuenta que con la TCC sus piernas se hacen ligeras al ejecutar una escobilla; para dar con este descubrimiento tal vez, haga falta toda la clase, y a veces no alcanza, ya que es el alumno quien debe seguir la investigación por cuenta propia. Pero una vez que ha levantado vuelo se siente feliz. Alcanza la seguridad que todo alumno anhela sentir en su cuerpo para entregarse a lo que su corazón siente.
Aquí es donde la TCC se vuelve un complemento indispensable. El goce que experimenta quien lo realiza, al sentirse libre dentro de su cuerpo, lo expande, potencia el resto de sus clases y los momentos de actuaciones; le aporta comprensión y la comprensión le da paz.
En estos tiempos de tanta velocidad e intensas masterclass me atrevo a proponer lentitud y dar tiempo, para volver a recomenzar atendiendo a las sensaciones y las emociones junto con la técnica.
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La India.